Mi tutora de matemáticas.
Cuando estaba en la primaria, por ahí del cuarto o quinto año, quizá tendría yo unos 10 años, iba a tomar tutorías por las tardes con una maestra que en la misma escuela dio inglés un tiempo después. Mis padres siempre tuvieron la tendencia, más por el lado de mi padre, de buscar que aprovecháramos al máximo cada etapa de nuestra vida; y si bien mi desempeño en las matemáticas nunca ha sido ejemplar, tampoco ha sido el peor.
Aún así, no es que me molestara ir por las tardes a un lugar distinto. Siendo honesto, no me gustaba (y aún me disgusta) tener que formar parte de las actividades económicas de la familia; no es que mis padres fueran los mejores mentores del negocio familiar, me trataban como a un empleado (y uno inepto, en esa vena) aunque apenas tuviera la edad para saber que cuando soplaba haciendo "haa" salía caliente y haciendo "fuu" salía frío.
Me puse el morralito azul, una especie de pequeña mochila deportiva con cuerdas como sujetadores para los hombros, de las cuales al jalar se apretaban para cerrar una abertura en la parte superior (no sé cómo describirlo en términos literarios, me disculpo); en él llevaba lápiz, cuaderno, y no recuerdo si fui con tenis o en chanclas, pero de cualquier forma no me habría sorprendido ir en chanclas. Tenía una chihuahueña color mostaza llamada "Valeria", y la acariciaba antes de salir a algún lado, pues siempre era la primera que también me recibía cuando volvía a la casa de cualquier lado.
Entonces me hice camino un par de calles abajo hacia la casa de la tutora, ella vivía justo delante de la primaria en la que estaba, esa primaria en la que me habían puesto después de cambiar unas dos veces de escuela desde primer a tercer grado. Nunca recuerdo el por qué de esto, pero siento que era porque en estas escuelas mi desempeño era deplorable, un TDAH no diagnosticado y un ambiente de niños hostiles tiende a hacer eso.
Cuando ella me abrió la puerta principal, la vi a través del mosquitero, esa puerta sin cerradura que lleva una malla finísima para que no puedan pasar los insectos pero sí el reconfortante aire de otoño. El día era azul, el sol se estaba escondiendo. Los días azules eran siempre mis favoritos, todo estaba calmado, podía quedarme un largo rato viendo a la nada, pensando en miles de tonterías a la vez viendo cómo el exterior se hacía todo del mismo color.
Ella era regordeta, con un cabello corto que apenas y le llegaría al cuello. Todo en ella era circular: tenía una nariz circular, su cara describía desde la frente hasta la barbilla un círculo, e incluso esa barbilla que sobresalía por debajo de sus grandes mejillas circulares era un semicírculo. Era muy linda en su propio modo, y tenía una manera suave de hablar, pero a la vez enérgica, como una chica joven a pesar de que era una señora (o al menos para mi corta edad así parecía, no podría haber tenido más de 30 años pensándolo en retrospectiva).
Igual que yo, solía andar con camisa simple y unos shorts deportivos, sandalias. Así que me cayó bien. Era gorda como yo, así que también me cayó bien por eso. Decidir quién te caía bien y mal era mucho más simple entonces, y por lo general, solamente se inclinaba por quién caía mal, desgraciadamente.
No recuerdo su nombre, pero creo que recuerdo su voz, y no recuerdo tampoco las palabras exactas, salvo por algunas interacciones cortas. Ella, o el lugar, olía a mujer anciana. Como a pañales limpios y algo de esa esencia que despide la gente mayor. Era reconfortante, y en ocasiones olía a algo que hubieran hecho de tomar como café, o de comer. Nunca llegué a ver a su madre, que era con quien vivía, ni a su abuela que también estaba en la casa; pero puedo describir en dónde se quedaban: Entrabas a su casa por unas escaleras ya que estaba en una acera alta, ya que su casa quedaba en las primeras subidas de un cerro, entrabas a una sala/comedor/cocina, pues todo era un largo corredor ancho, más cerca de la puerta en las dos paredes a los lados había sofás largos y rústicos, de esos con sobresalientes de madera que me parecían tan incómodos. Más adelante estaba la mesa con las sillas, el comedor, donde nos sentábamos a que me diera la clase del día, y más allá de eso, un pequeño pasillo y al lado una barra de concreto con losas, a modo de división para ir a la cocina. Al fondo, creo que había una puerta al patio, pero no lo recuerdo muy bien.
A la izquierda de las mesas estaba un pasillo muy corto, apenas suficiente para dos puertas opuestas entre sí, la que estaba en dirección a la entrada era de ella y su madre (creo), y la opuesta era para su abuela. La casa también tenía muchos gatos, pero siempre estaban escondidos, al parecer no les agradaba tratar con las visitas, y a mí honestamente no me interesaba mucho llamarles o acariciarlos: siempre me daban un montón de alergias, aunque en la actualidad no es así.
Mi cuaderno era cuadriculado, y en aquel tiempo a mí me gustaba mucho buscar pixel arts en google imágenes para hacerlos en mundos ultra planos de Minecraft, así que recuerdo que ese cuaderno lo había llenado en ocasiones de algunos pixel arts hechos con colores que me habían comprado para la escuela, pluma, lápiz, todo eso. Los primeros días tan solo fue lo básico, hacer algunos ejercicios que ella me asignaba. Pero siempre me esforzaba por hacerlos rápido, pues sentía que ella me comprendía y que era paciente conmigo, cuando le contaba distintas cosas.
Desde siempre he estado más tiempo en el mundo virtual, en los videojuegos, memes, y cosas por las que se pasa y mata el tiempo, en internet. Viendo atrás la verdad es que nunca me interesó seguir series, webnovels, comics, o películas, ni siquiera videojuegos con historia. Mayormente me gustaba lo fácil y rápido, me estimulaban las músicas repetitivas, me fascinaban los Vines (antecesores de los TikToks), y los videojuegos eran experiencias rápidas donde entraba a hacer un par de cosas y luego me ponía a pensar en qué podría hacer más que en hacerlo. Pero en medio de todo eso había visto mucho sobre cultura general, héroes y villanos del cómic, otros videojuegos y fandoms a los que nunca me inmiscuí.
Cuando llegábamos a hablar, ella me parecía de lo más estimulante: hablaba y hablaba de miles de cosas distintas sin un hilo en específico entre ellas más allá de una vaga conexión con lo que yo preguntaba y decía, y me sentía completamente identificado con eso. Era divertido estar al lado de alguien con quien yo podía decir algo por 5 segundos y luego me podía hablar a mí por hasta 30, yo contestaba con 30 y ella con 2 minutos, y así sucesivamente hasta que se fuera la tutoría entera solo en hablar de nadas y pequeñeces divertidas.
En una ocasión mientras yo intentaba tomar algo de confianza y charlar con ella, recuerdo que me había contado de cómo ella dormía en la misma habitación que su mamá, y que su abuela vivía en la misma casa que ellos. Yo le pregunté que si en dónde estaba su papá, y recuerdo que ella me había dicho "no tengo papá" con una sonrisa.
"¿Cómo puedes no tener papá?"
"No tengo, a mí me clonaron"
"¿Te clonaron? ¿eso se puede?"
"Sí, usaron el ADN de mi abuela y mi mamá para crearme a mí"
Incluso en ese momento entendí que seguramente había tenido problemas con su padre, o este había abandonado sus obligaciones. Pero solamente me divirtió mucho la manera en que lo describió, y se notaba por su ligereza aún a día de hoy que era algo que había superado. Ahora quizá, sin embargo, estaba relegada a quedarse en casa y ayudar por el hecho de no conocer más familia que esta. No es que pueda culparla, tan solo me pregunto si podría haber hecho algo más que trabajar en la escuela del frente en horas sueltas enseñando inglés y dando algunas tutorías a un solo niño de esa misma escuela en matemáticas.
Aún así, parecía feliz. Y eso es mucho más de lo que podían decir otras personas en ese barrio.
Seguramente al siguiente día de aquello, le mostré esos pixel arts de los que hablé anteriormente en mi cuaderno. Uno de ellos era del Guasón, personaje que a mi padre siempre le ha gustado desde que salió la película de Christopher Nolan. También conocía de Deadpool, personaje que me parecía muy interesante ya que, según mi limitado conocimiento de cómics, era muy ágil y usaba pistolas y katanas: a diferencia de quien se le parecía mucho en traje, Spider-Man, mi super héroe favorito.
Recuerdo que le conté de ambos en una ocasión, y ella me habló de Harley Quinn y de la relación que tenía con Joker, creo que fue la primera vez que supe que existía Harley y además que había tratado con Joker en el manicomio ficticio "Arkham".
"Leí en una historia una interacción entre Harley Quinn y Deadpool de hecho" dijo ella.
"¿Leíste un cómic?"
"Era algo que escribió alguien por ahí que le gustaban los personajes" mencionó ella, por primera vez supe que existían los "fanfics", pero nunca busqué nada al respecto y, a la fecha, no interactúo con ellos, pero me sigue pareciendo interesante el que existan.
"¿Y qué pasó?"
"Pues ya ves que Deadpool está deforme debajo del traje, entonces Harley una vez lo miró y dijo: "oh Dios, eres horrible, ¡te amo!" y lo besó."
Eso me dio risa.
El último día que recuerdo de haber estado con ella, decidí llevar conmigo a Valeria, la mascota que dije antes. Ella tenía esta cualidad de creer fielmente que era una niña humana, mi hermana, tanto que era muy obediente y no solamente eso sino también bastante inteligente. Pretendías que la golpeabas y se ponía en dos patas para devolverte el favor con sus patas delanteras, dormía boca arriba y no acurrucada en sí misma como un perro, y se dejaba puestos los suéteres pequeños de croché que mi mamá compraba por largos ratos antes de quitárselos por su cuenta.
A ella le gustó, y acarició mucho a Valeria, pero no recuerdo si la tuvo sobre su regazo: aunque no me sorprendería. Después tuvimos que sentarnos para hacer la tarea. Ella tenía un pequeño taburete para reposar los pies, pequeñísimo, delante de los sofás rústicos. Así que, en broma, senté a Valeria justo sobre uno de ellos, y le dije "quédate aquí".
No sé si incomodada por los gatos o, realmente entendiendo lo que significaba "quédate aquí", se mantuvo sentada en ese mismo lugar durante los 20-30 minutos que duró la sesión de estudio, que se había acortado pues simplemente habíamos hecho todo lo que necesitábamos por el día. Constantemente la veíamos sentaba, nos divertíamos con sus miradas con esos ojos que siempre parecían implorar o estar preocupados hacia nosotros, pero no la llamé para que no se bajara del taburete.
Valeria miraba nerviosamente alrededor, pues muchos gatos se estaban acercando, saliendo de entre los muebles o simplemente sentándose sobre el sofá y otros sitios, rodeándola, observándola. Ella dijo que al parecer no la aceptaban, y había una gata en especial que era la más solitaria y conflictiva, ella solamente la veía desde lejos. Pero decía que si un gato en específico que parecía una especie de "líder" de esa manada se acercaba, seguro los demás gatos también lo harían.
Me contó que ese líder era amigo de otro chihuahua, y después de un rato, salió de un mueble caminando directamente hacia Valeria, ella lo observó nerviosamente y trató de oler el aire en su dirección, este tan solo se acercó, la olió de vuelta.
"Míralos... si él se pone a jugar con su colita significa que la acepta"
"¿De verdad?"
"Sí. ¡Ay, mira, se puso a jugar con su cola!"
El gato se acostó detrás de Valeria, dejando la cola de la chihuahua sobre su cabeza, y le dio un par de golpecitos lentos y suaves. Después de eso, todos los otros gatos se acercaron para olerla y verla más de cerca, y Valeria los olió a todos de vuelta, siempre nerviosa, siempre sentada sobre el taburete.
Fue un momento mágico.
Eso es lo último que recuerdo de esa tutora, la habré visto una que otra vez, pero la verdad es que siento que ella ya no me recordaría, y tampoco le he vuelto a hablar. Me fui a vivir a otro barrio, y la verdad es que siempre he sido negligente en reconectar con las personas.
Sin embargo, le deseo lo mejor. Fue una excelente tutora. Muy divertida de charlar. Me pregunto si todavía seguirá surfeando el internet, leyendo fanfics, cómics, haciendo lo suyo.
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