[HORROR] ¿Venderías tu alma?
Se supone que todo empezó hace ya mil años. La pregunta se había respondido una y otra vez ya: "El alma no existe".
La ciencia ficción y el horror se encargaron de hacer que las personas tuvieran miedo de eso. Incluso las personas más devotas pensaban en la posibilidad de que toda su conciencia no fuera más que el producto de un montón de cables neuronales, hormonas y químicos.
O sea, es obvio, ¿no? claro que lo es. Si no, ¿por qué entonces cambiaría nuestra personalidad, nuestras memorias, todo lo que nos hace nosotros, cuando nuestro cerebro sufre daños? ahí arriba hay un montón de maquinaria mística, mágica, compleja, que funciona para mantenernos con vida o conscientes.
¿Sabías que el cerebro de una persona totalmente alimentada y bien cuidada pesa un kilo y 100 gramos? y el de una persona que muere de hambre, pesa un kilo y 80 gramos.
El cerebro funciona como el extractor perfecto de energías. Incluso sin pensarlo de manera lógica, toma todo lo que requiere del cuerpo mientras uno muere y lo absorbe para si mismo, dejando que se pierdan muchas otras cosas antes que sí mismo. ¿Cómo puede hacer eso? ¿evolución? ¿qué ventaja tiene mantener el mismo cerebro si mueres de hambre?
Es casi como si ese órgano quisiera que estuvieses consciente en cada momento en el que te estás muriendo. Tan solo te da un descanso cuando empieza a deteriorarse y tu vida deja de ser un recuerdo coherente y continuo.
La cosa es que eso tenía una razón.
Hace mil años, esa pregunta tuvo otra respuesta. El alma existe. Así es. Tenemos alma. Tú tienes alma. Bueno, depende de quién seas.
¿Qué hace esta alma? oh, hace maravillas. Te da un código, un número de serie, una distinción completa y absoluta a ti de todo lo demás que existe en este universo. Incluso más especial que tus huellas dactilares, que tus orejas u otras curiosidades genéticas.
Ese código de barras es inmortal, eterno, imperecedero, existirá hasta que este planeta se convierta en polvo y la estrella que rodea explote.
¿A dónde va esa alma? se detectó por primera vez a través de una compleja serie de pruebas. Una vez que las personas morían, esa alma iba hacia un punto totalmente aleatorio. A veces iban hacia arriba, otras hacia abajo, a veces a los lados: pero eso no sirve de nada al saber que se trata de algo que puede interactuar con el espacio exterior, algo que no tiene peso ni está impedido por las leyes de la gravedad.
Un descubrimiento novedoso. Todavía no se sabía para qué era realmente esa alma mientras estaba dentro del cuerpo ni fuera. Se alojaba claro, en el cerebro.
Se podía notar que crecía junto a la persona o dejaba de crecer, se encogía, dependiendo de la situación de cada uno.
Las personas que sufrían sucesos tan traumáticos que les hacían tener otra personalidad tenían un corte en esa alma, un cisma tan profundo en ocasiones que tenía que usarse el plural: "almas".
Hubo una alegría momentánea en ese tiempo. Yo me imagino. En los libros de historia se habla de cómo "El proceso del descubrimiento del alma, igual que muchos procesos a lo largo de la historia de la humanidad, empezó siguiendo un criterio por el que cada nueva invención o descubrimiento pasa: o el ridículo, o las ridiculeces. Charles Darwin, quien descubrió la teoría de la evolución, fue ridiculizado por todos en su tiempo y tan solo después fue que se tomaron en serio sus descubrimientos.
Pero también, una vez que se descubrieron las aplicaciones del asbesto para la construcción y del plomo para la gasolina, su uso se volvió desmedido y esparcido tan rápidamente que causó catástrofes en sus tiempos, crisis que pudieron ser evitadas antes de que fuera irreparable el daño que causaron.
Recuerda, alumno: el alma no era más que una batería que se debía de aprovechar. No tenía ningún uso real, y a donde era despedida era hacia el universo caótico: 90 mil millones de seres humanos a lo largo de toda la historia salieron despedidos a la deriva en todas direcciones de este planeta y sus almas no se pudieron aprovechar.
Después de que se descubriera el alma, las aplicaciones que empezaron a darle fueron variopintas. Las personas comenzaron a investigar métodos con los cuáles podían estar en sintonía con su propia alma, aumentarla con la superstición ya hace tiempo desacreditada de que eso ayudaría a sus problemas. Lo que siguió fue una de las peores épocas en la historia de la humanidad. Las personas dejaron de hacer empresas. Las personas dejaron de trabajar. Las personas dejaron de preocuparse por la economía. Todo cayó en el caos. Cada persona perseguía una vida improductiva en la que el mejorar su alma creían que les llevaría a una mejor situación.
El mundo fue salvado por nosotros, quienes escribimos este libro, y sigue siendo salvado por ti, el lector.
Recuerda que sonreír, llorar, gritar, leer libros no permitidos, o hablar con alguien más sin que sea instruido es una ofensa. Significa que el alma sigue dentro de esa persona y es un disidente. Debe ser extirpada y utilizada como la fuente inagotable de energía que es."
Desde que tengo memoria, mi familia asignada no tuvo el instinto de quererme. Ni en conocerme realmente. Fue fácil adaptarme a sentir pero no mostrarlo en este mundo. Los bebés son indistinguibles unos de otros: todos lloran, todos están por el mundo con un alma prematura y que apenas sirve. Una especie de semilla de la naturaleza.
Ellos mueren y se ahorran el dolor de tener un alma. Se desvanece, paradójicamente, una pieza de algo inmortal muere si no está cerca de ello, como si pudieras empezar a tomar la parte más pequeña del infinito y al tomarla entre tus dedos se desvaneciera en la nada.
Mis padres tenían que quitarme mi alma y entregarla como está instruido. Pero nunca me mostré curioso ni hice nada fuera de lugar.
¿Alguna vez has pensado en que todo lo que tenías qué hacer en tu vida ya está pre determinado y tú solamente eres un espectador? incluso si haces mucho o no haces nada, todos nos hemos preguntado eso. Bueno, esa ha sido mi vida.
Por alguna maldita suerte, mi mente, humana y adaptable como es, se aclimató por completo al ambiente. A los demás. Nunca mostré emociones o lo intenté. Nunca me salí de las normas. Primero por costumbre. Pero ahora es por miedo.
Preferiría no tener un alma, la verdad.
Preferiría no saber qué es lo que está ocurriendo justo ahora. Preferiría tener el rostro muerto que tienen todos los demás.
Porque el día en el que tenía apenas edad para entender las cosas mejor y estaba en el baño por mi cuenta, y me vi al espejo, me di cuenta de que podía mover mi cara. Y me di cuenta de que podía sonreír. Llorar. Me di cuenta de que podía hacerlo.
Nadie más puede. Nadie que conozca, al menos.
Más allá de los altos muros de la unidad residencial en la que vivo, veo grandes globos extraños, ovalados, flotando. Apuntando luces debajo. Me pregunto si ellos tienen alma también. Si buscan a los que también la tienen. Para ayudarlos. O para ponerlos con el resto.
Es fácil escabullirse por la noche. Ha pasado tanto tiempo desde que las personas no han tenido alma que no les parece necesario salir de sus casas en el horario necesario. Duermen y parecen desmayadas.
Me escabullo y voy al borde del muro. Pero no lo intento escalar. Ni siquiera lo toco. Sé que si lo hago, alguien verá el más minúsculo raspón. La huella. Algo que no pertenece. Como yo.
Igual mi rostro. ¿Qué pasa si trago? ¿si me relamo los labios? ¿si me acomodo en mi asiento y muestro que me aburre lo que dice la docente?
Lo único que puedo hacer. La única persona con quien pudo hablar. Yo. Aquí. Bajo un cielo gris. Escribiendo a la luz de mi habitación. Al menos puedo llorar un poco en silencio.
Pero eso no cambia nada. Si muestro quién soy en casa, me matan. Si lo muestro en el colegio, con los otros compañeros, me delatan. Si desaparezco, muero de hambre.
Si muero, no sé a dónde irá mi alma. Preferiría no haberla tenido o nunca saber que existía en verdad. ¿A dónde se irá si me cuelgo? ¿si corto mis muñecas? si camino hasta el techo del alto complejo habitacional y...
Quizás espero a algo. A lo que sea. Llevo 16 años esperando. No puedo soportar pensar que quizá estaré 60 años o más atado a la misma pregunta. ¿Qué voy a resolver con mi muerte?
La peor parte es saber que existe un universo ahí afuera. Un día era noche y contemplé el cielo. Lo contemplé y pensé en cuántas personas están ahí arriba, viajando a lugares que jamás veré. Llegando a ningún lado.
Tengo una pesadilla recurrente. Una pesadilla que se aprovecha de mi miedo de los espacios abiertos. Empiezo a volar. Vuelo de mi ventana. Vuelo mientras todos me ven en silencio. Y soy libre. Vuelo sobre las olas que escucho no tan lejos de aquí. Vuelo tan alto que veo la redondez de la tierra y el océano inacabable. Miro hacia las profundidades y sé que todo ahí está muerto, los libros lo dicen.
Entonces no puedo resistirlo. Miro arriba. Veo eso. Me detengo. Y empiezo a alejarme a tanta velocidad que grito, grito con todas mis fuerzas, grito mientras escucho voces y veo a otros gritar como yo, los planetas y las estrellas aparecen como horripilantes seres delante mío. Entro a Júpiter, me grita y me trata con una violencia que me angustia hasta que me engulle tan profundo que es todo oscuridad.
Oscuridad y los gritos de los muertos. Las almas. Como yo.
Pero sigo. Cada vez más rápido y las estrellas me ven con burla y a la vez muertas, veo infiernos y paraísos, veo hielo y fuego. Y entonces todo se dobla en sí mismo.
Un agujero negro. Un ojo dentro. Un ojo que observa en todas direcciones y toma todas las almas. Y entonces me ve. Me ve y hace un sonido tan fuerte que destroza todo a su alrededor. Planetas convertidos en meteoros en apenas instantes, estrellas que se apagan como una vela con un soplo.
Soy una abominación.
Todo está muerto. Todo está carente de alma.
Menos yo.
Soy carne y alma.
El universo me odia. El agujero negro me atrae. Me empieza a atraer lentamente. Me desaceleró con su grito y ahora yo lloro. Lloro y pido ayuda. A lo que sea. Conocí el concepto de Dios, pero no sé quién sería ni qué representaba. Si existe le pido ayuda.
El universo me toma. Empiezo a acercarme cada vez más, pero siempre con ese ritmo lento. Y cuando va a tomarme al fin, me despierto.
Me despierto. Apago la alarma.
Ayúdame.
Por favor.
Si grito con todas mis fuerzas, ¿me escucharás?
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